17 oct 2015

Ciudades divididas: El caso de Nicosia, una ciudad y dos capitales en Chipre.

Nicosia, ciudad dividida.
Puede resultar paradójico que en un mundo globalizado, donde las barreras parecen haber desaparecido gracias a las nuevas tecnologías (de la información, de la comunicación o del transporte), al comercio, al deporte  y a otras muchas manifestaciones culturales unificadoras, los conflictos de identidad surjan cada vez con más fuerza. Frente a nociones como convivencia, movilidad, adaptabilidad, internacionalidad, se ven potenciadas otras como separación, raíces, intransigencia o nacionalismo.
Por esto, los conflictos entre comunidades humanas que comparten un mismo espacio, pueden parecer anacrónicos, pero son reales y siguen muy presentes en nuestro tiempo. Las razones suelen ser complejas pero entre sus ingredientes hay cuestiones étnicas, religiosas, intereses económicos o también cuestiones geopolíticas, principalmente.
Territorios y ciudades se ven divididos por la imposibilidad de convivencia entre los grupos humanos que los habitan. Nos interesan las ciudades divididas, urbes que ven distribuida y segregada su superficie entre las comunidades irreconciliables en disputa. No son pocas las ciudades que han padecido o siguen padeciendo estas circunstancias. Baste pensar en Jerusalén, Beirut, Belfast, Mostar, Vukovar o Berlín, entre otras.
Vamos a aproximarnos a una de estas ciudades divididas: Nicosia, la capital (doble) de Chipre, en la que, a pesar de la relativa relajación de las tensiones entre grecochipriotas y turcochipriotas, la línea fronteriza que la parte en dos sigue vigente.

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Las ciudades divididas, un dramático desenlace para conflictos entre comunidades.
Puede resultar paradójico que en un mundo globalizado, donde las barreras parecen haber desaparecido gracias a las nuevas tecnologías (de la información, de la comunicación o del transporte), al comercio, al deporte  y a otras muchas manifestaciones culturales unificadoras, los conflictos de identidad surjan cada vez con más fuerza. Frente a nociones como convivencia, movilidad, adaptabilidad, internacionalidad se ven potenciadas otras como separación, raíces, intransigencia, nacionalismo.
Por esto, los conflictos entre comunidades humanas que comparten un mismo espacio, pueden parecer anacrónicos, pero son reales y siguen muy presentes en nuestro tiempo. Las razones suelen ser complejas pero entre sus ingredientes hay cuestiones étnicas, religiosas, intereses económicos o también cuestiones geopolíticas, principalmente. En ocasiones, estas cuestiones se agravan por razones emocionales o simbólicas y, también, por la ineptitud (o mesianismo) de algunos líderes políticos. Las discrepancias pueden ser recientes o arrastrarse durante generaciones y explotar por un detonante arbitrario. Desgraciadamente, suelen tener consecuencias trágicas para la vida de las personas (víctimas mortales, refugiados, exiliados, etc.), y también para el espacio (arquitectónico y urbano) porque la división territorial es uno de los desenlaces dramáticos de estas contiendas.
Las disputas por la tierra pueden alcanzar situaciones extremas provocando discusiones muy intensas o incluso guerras (civiles en su mayor parte). Esto puede afectar a grandes áreas, sirviendo, como ejemplo reciente, la desmembración de Yugoslavia por este tipo de razones; o también, a comunidades urbanas (que ven segmentado su escenario vital). Entre las ciudades divididas hay casos de todo tipo, desde muestras de aislamiento forzado (como  sucedió en el gueto de Varsovia, donde permanecieron encerrados los judíos entre 1940 y 1943), hasta separaciones por medio de muros (como el de Berlín, que se mantuvo en pie entre 1961 y 1989).
Vamos a aproximarnos a las ciudades divididas, ciudades que ven distribuida y segregada su superficie entre las comunidades irreconciliables en disputa, viendo afectadas gravemente sus funciones. No son pocas las urbes que han sufrido y sufren esta dramática situación. Entre ellas resulta especialmente relevante el caso de Jerusalén, tanto por la pervivencia y violencia del conflicto, como por la ausencia actual de opciones de solución, manteniéndose activa una larga lucha entre los extremistas religiosos de ambos lados, judíos y palestinos, que ocasiona numerosos muertos.
Mapas que expresan  la segregación entre comunidades en Jerusalén y Belfast.
En cualquier casos, la superación de los desencuentros no garantiza el éxito en la reunificación urbana, porque son muchas las ciudades que, habiendo padecido la segmentación, no encuentran el camino para volver a ser un organismo unitario.
La reunificación de Berlín fue una excepción. Berlín fue víctima de la Guerra Fría entre los dos grandes bloques geopolíticos de la segunda mitad del siglo XX y acabó dividida por un muro que separaba la zona occidental capitalista de la oriental comunista. La historia es conocida y el Muro, al igual que la tensión entre los dos bloques, acabaría desapareciendo, permitiendo la reunión de la ciudad y la recuperación de la capitalidad de Alemania. Fue un caso de éxito debido a sus particulares circunstancias, ya que las dos comunidades separadas no tenían diferencias entre sí, ni religiosas ni étnicas (en muchos casos hubo miembros de las mismas familias que se vieron obligados a separarse por instancias mayores) y tras desaparecer el marco político causante, resultó relativamente sencillo la reunión de las dos partes (también la prosperidad económica germana facilitó mucho las cosas).
Pero hay otras ciudades que, tras haber cesado la violencia que las segregó, y con el transcurso de los años, no han logrado volver a articularse como una entidad integrada. Pueden citarse casos como Beirut (Líbano), que sigue contando con barrios suníes y chiíes bien diferenciados; como Mostar (Bosnia-Herzegovina), donde croatas y musulmanes continúan separados; como Vukovar (Croacia), en la que tampoco conviven los serbios y los croatas; o como Belfast (Irlanda del Norte), que ve todavía que la comunidad católica independentista y la protestante unionista, permanecen muy alejadas.
Vamos a aproximarnos a una de estas ciudades divididas, Nicosia (Lefkoşa, Λευκωσία), en la que, a pesar de la relativa relajación actual de las tensiones entre las comunidades grecochipriotas y turcochipriotas, la línea fronteriza sigue vigente. Estas dos comunidades parecen tener una difícil reconciliación, por sus diferencias étnicas, religiosas y de lengua. Pero no solamente se encuentra afectada la ciudad, ya que la división en dos sectores se extiende a toda la isla de Chipre. Por una parte, en el sur, están los grecochipriotas ortodoxos y la República de Chipre (perteneciente a la Unión Europea) y, por otra, en el norte, los turcochipriotas musulmanes y la República Turca del Norte de Chipre (un país reconocido únicamente por Turquía). Nicosia, situada en el centro insular, aparece como la capital de ambas repúblicas, separada respectivamente entre Nicosia Sur y Nicosia Norte por una frontera (la denominada “línea verde”) que fragmenta las calles de la ciudad.

No obstante, también hay otro tipo de división más sutil, que no se manifiesta en violentos combates, sino en una segregación paulatina que, en la práctica, también divide las ciudades en zonas irreconciliables. Son las ciudades divididas por motivos económicos, en las que surgen guetos para ricos y para pobres y a las que nos acercaremos en próximos artículos.

Chipre en la historia, una isla codiciada; y Nicosia, su fortificada capital.
Chipre entró en la historia pronto, con un peso fue muy superior al que se deduciría de su tamaño (aunque, por superficie, es la tercera isla del Mediterráneo, tras Sicilia y Cerdeña). Su posición estratégica, entre Europa, Asia y África la convirtió en un territorio codiciado. También sus recursos forestales, agrícolas o mineros incrementaron su valor.
La isla de Chipre y sus principales ciudades. Nicosia ocupa el centro de la llanura interior.
Los vestigios arqueológicos se remontan al año 3000 a.C., testimoniando la temprana ocupación de la isla, pero serían los aqueos (griegos) los que, tras asentarse en ella hacia el año 1100 a.C., comenzarían a conformar su identidad dentro de un entorno sujeto a grandes vaivenes políticos. En esa época se fundarían las conocidas como las “diez ciudades-estado” de Chipre, entre las que se encontraba Ledra (antecedente de Nicosia).
Durante el periodo antiguo chipriota, además de los griegos, pasaron por ella asirios y persas, egipcios, fenicios y macedonios. Su etapa romana (desde el año 58 a.C.) y posteriormente bizantina (formó parte del Imperio de Oriente tras la división de Roma en el año 293), confirmaría su importancia y despertaría el interés de otros muchos pueblos por controlarla, sobre todo árabes. En aquella época, los apóstoles San Pablo y San Bernabé introdujeron el cristianismo en la isla, y la religión pasaría a convertirse en una tema clave para entender la evolución de la isla. Con el tiempo, católicos, ortodoxos y musulmanes rivalizarían por el control de Chipre y las disputas continuarían durante siglos (y todavía se mantienen).
El periodo medieval vincularía a Chipre con las Cruzadas que los cristianos lanzaron contra los musulmanes para recuperar Jerusalén y su entorno. La isla fue moneda de cambio entre los poderosos cruzados hasta que acabó convertida en el Reino de Chipre, gobernado por una dinastía francesa que se inició en 1192 con Guido de Lusignan. Este la había comprado a los caballeros templarios, quienes a su vez la habían adquirido de Ricardo I de Inglaterra (Ricardo Corazón de León). Durante varios siglos, la casa de Lusignan gobernó la isla, teniendo que defenderla de los genoveses y de los venecianos, así como de los mamelucos egipcios. Por esta causa surgió la primera fortificación de Nicosia (el desaparecido castillo, construido hacia 1211) y se levantaría la primera muralla que protegería la ciudad, durante el reinado de Pedro II de Chipre (entre 1369 y 1382). Pero el poderío de los Lusignan iría decayendo y en 1489, la última reina de Chipre se vio forzada a ceder la isla a la República de Venecia. La isla, que era un enclave comercial de primer orden entre Europa y el mundo islámico, era fundamental para que los venecianos lograran la preeminencia en el Mediterráneo oriental.
Superposición de los diferentes recintos amurallados de Nicosia. Desde el primer castillo, a los muros medievales y a la fortificación renacentista definitiva, que supuso el derribo de los anteriores.
Chipre Veneciana: la definición exterior de la Nicosia histórica.
Pero la superioridad veneciana sería efímera porque el creciente poderío del Imperio Otomano, que ya suponía entonces una gran amenaza para sus intereses, acabaría por imponerse. No obstante, la Serenissima intentó mantener sus posiciones y decidió reforzar las ciudades de Chipre. Por supuesto, Famagusta, que era el puerto principal de la isla, pero, sobre todo, Nicosia, ubicada en su interior, que era el verdadero centro de mando.
El problema era que aquellas primeras murallas de finales del siglo XIV resultaban ineficaces para defender Nicosia ante los avances de la tecnología militar. Por eso, en el siglo XVI, Venecia decidió derruirlas y construir una imponente fortificación que pudiera proteger su joya oriental. La decisión se tomó en 1567, encargando su diseño a los ingenieros militares Giulio Savorgnano y Franscesco Barbaro.
Las denominadas murallas venecianas (que todavía delimitan el centro histórico de la ciudad actual), fueron un modelo que influyó en otras muchas fortificaciones renacentistas (que alcanzaría cimas como la de Palmanova, construida en 1593, también trazada por Giulio Savorgnano).
La fortificación de la ciudad adoptó una forma de gran rigidez geométrica, presentándose como un círculo, transformado en “estrella” por sus once bastiones. Solamente se abrieron tres puertas en sus muros: al norte, la Puerta de Kyrenia; al oeste la Puerta de Paphos; y al este, la Puerta de Famagusta, que era la principal de la ciudad. El rio Pedieos fue reconducido hasta convertirlo en el foso que rodeaba la muralla.
Los bastiones fueron identificados en homenaje a las familias venecianas que facilitaron su financiación. Comenzando por el noreste, junto a la actual “línea verde” y siguiendo el orden anti horario, son: Loredano, Barbaro (entre este y el siguiente se encuentra la Puerta de Kyrenia), Qurini, Mula, Rocass (al sur del mismo se ubica la Puerta de Paphos), Tripoli, D’Avila, Constanza, Podocataro, Caraffa (junto a la Puerta de Famagusta) y Flatro.
Nicosia en 1597 según el plano de Giacomo Franco.
Pero la extraordinaria fortificación no fue suficiente para contener el empuje otomano. La Cuarta Guerra Turco-Veneciana (también llamada Guerra de Chipre) estalló tras la invasión otomana de la isla y se prolongó entre 1570 y 1573 con el sitio de Nicosia. En el contexto de esta guerra se celebró la célebre Batalla de Lepanto (1571), en la que una coalición de estados cristianos derrotó al ejército turco, pero, aunque el resultado del histórico combate naval logró frenar el expansionismo turco por el Mediterráneo, no consiguió recuperar Chipre. Las murallas de Nicosia, todavía inacabadas en aquellos años, no pudieron resistir el ataque otomano. De hecho, el revestimiento pétreo de sus muros sería una obra posterior, realizada por los propios otomanos.

Chipre Otomana: la configuración interior de la Nicosia histórica.
El Imperio Otomano obtuvo el dominio del Mediterráneo oriental y la isla de Chipre se mantendría bajo el control turco durante trescientos años. La llegada otomana, supuso un trauma para la ciudad. Muchos de sus ciudadanos emigraron hacia occidente (Venecia, España, etc.) y Nicosia perdió población drásticamente, quedando  abandonada buena parte de la misma. Durante los tres siglos otomanos, la transformación del interior amurallado siguió el modelo de las ciudades musulmanas, ofreciendo un paradójico y radical contraste entre el abigarrado y laberíntico casco interior y la racionalidad geométrica de sus murallas. Las serpenteantes callejuelas fueron estructurando la ciudad, muchas iglesias se transformaron en mezquitas (como la gótica catedral católica de Santa Sofía, construida por los Lusignan en el siglo XIII, que fue reconvertida en la mezquita de Selimiye) y también se levantaron otras nuevas (como la mezquita de Arab Ahmet, construida a finales del siglo XVI y renovada en 1845).
Vista aérea de la ciudad amurallada de Nicosia, el centro histórico de la ciudad.
Otra consecuencia del dominio otomano fue la aparición de un nuevo grupo étnico en la isla. El imperio concedió tierras a los soldados turcos, que se convertirían en colonos instalándose con sus familias. Esta nueva población turco-chipriota creció con rapidez hasta ofrecer una presencia significativa en la isla.
La población grecochipriota que permaneció en la isla tras la huida de los venecianos, fue respetada, e incluso se les permitió conservar la propiedad de sus tierras, aunque a cambio de impuestos muy elevados (que empujaron a muchos cristianos ortodoxos a abrazar la fe del islam). No obstante, la iglesia ortodoxa de Chipre salió reforzada, puesto que los otomanos consintieron su presencia, admitiendo incluso que los obispos fueran los líderes espirituales y civiles, así como los representantes de su pueblo. Este hecho reforzó la identidad de la comunidad grecochipriota de la isla y, aunque hubo algunas sublevaciones, fueron sofocadas.
En cualquier caso, la prosperidad de la isla decaería notablemente bajo el domino otomano. Nicosia no recuperaría su antiguo esplendor hasta mediados del siglo XIX.

Chipre Británica: el salto sobre las murallas y la colonización extramuros.
La independencia de Grecia, alcanzada en 1830, tendría mucha repercusión en la isla. Los grecochipriotas comenzaron a reclamar la enosis (Ένωσις, unión) con la “madre patria”, revelándose contra el dominio otomano. Por su parte, el Imperio Británico, la potencia internacional emergente, incrementó notablemente su interés en el Mediterráneo Oriental (sobre todo a partir de la construcción del Canal de Suez) y puso su mirada en Chipre.
Otomanos y británicos vieron sus intereses enfrentados, pero los esfuerzos diplomáticos lograron un acuerdo favorable para ambas partes. El imperio turco se encontraba amenazado en su frontera septentrional por Rusia y solicitó el apoyo británico en la guerra que estaba manteniendo con el imperio de los zares. A cambio ofreció el control administrativo de Chipre. Oficialmente, la isla seguía perteneciendo al Imperio Otomano pero, en la práctica, los británicos disponían del control absoluto. Así pues, en 1878, la isla adquirió el estatus de Protectorado británico. Aunque, posteriormente, con la Primera Guerra Mundial y la desintegración del Imperio otomano, Chipre se convertiría en colonia británica (desde 1925).
Nicosia en 1885. La ciudad permanecía dentro de las murallas pero comenzaba el salto al exterior con las edificaciones británicas. También se aprecian varios pueblos de su entorno que, en el futuro, serían absorbidos por la capital.
Cuando llegaron los británicos, Nicosia era una modesta ciudad de unos 11.000 habitantes cuyas vidas transcurrían dentro de las murallas venecianas. Esta ciudad interior, densa y morfológicamente musulmana, no resultaba satisfactoria para las necesidades y los deseos de representación institucional de los británicos. Por eso, comenzaron a colonizar el territorio extramuros, construyendo allí sus principales edificios (oficinas de gobierno, hospital, palacio de justicia, e incluso las prisiones). Los británicos fueron urbanizando, sobre todo el sur y el oeste de la periferia de la ciudad amurallada. De hecho, salvo el hipódromo o la estación de tren, todas sus construcciones principales estaban en esas zonas.  El centro de la ciudad, tradicionalmente ubicado en la plaza Faneromeni, intramuros, se iría desplazando hacia la plaza de Eleftheria, extramuros.
Para conectar el recinto amurallado con los desarrollos exteriores, los británicos comenzaron a perforar la muralla y a trazar puentes sobre el foso, habilitando numerosos pasos. Complementariamente, extendieron los límites municipales hasta entonces determinados por las fortificaciones y los fijaron, en 1882, en una circunferencia trazada a quinientas yardas (457 metros) de los extremos de los bastiones; en 1923 volvieron a ampliar el territorio administrativo de la ciudad anexionando parte del entorno y, siguieron extendiéndolo en 1938 y en 1944 (y no sería la última vez, aunque ya no realizada por los británicos).
De nuevo, a principios del siglo XX, la situación en Grecia alimentó los deseos de enosis grecochipriotas, sobre todo desde de la integración de Creta en el reino griego (1913). Esta reivindicación vio nacer otra contrapuesta defendida por los turcochipriotas que se oponían a la integración con Grecia y aspiraban a partir la isla en dos (la taksim, en terminología turca). La tensión entre las dos comunidades fue creciendo. En 1955, los movimientos nacionalistas chipriotas comenzaron a hostigar a los británicos. Particularmente el EOKA (Ethniki Organosis Kyprion Agoniston, Organización Nacional de Combatientes Chipriotas) que, apoyado clandestinamente desde Grecia con dinero y armas, inició una estrategia guerrillera contra los intereses británicos. Como reacción surgirían grupos en el sector turco como Volkan (Volcán) o la TMT (Türk Mukavemet Teşkilats, Organización de Resistencia Turca). Unos, partidarios de la enosis, y otros, de la taksim, sumieron al país en un estado de violencia insoportable.
La tirante situación llevó a que, a partir de 1958, se comenzara a valorar la posibilidad de un Chipre autónomo y soberano. La creciente intensidad de los conflictos forzó a que los países que “tutelaban” la isla, es decir, Grecia, Turquía y el Reino Unido, auspiciaran la independencia de Chipre, que fue declarada en 1960. Los británicos se retiraron de la isla pero mantuvieron dos importantes bases militares, Acrotiri y Dhekelia.
En 1960, con el final del control británico y el comienzo de la andadura independiente de Chipre, en Nicosia residían 45.000 habitantes. Así pues, durante el periodo británico, la ciudad había dado el salto más allá de las murallas, había aumentado considerablemente su territorio municipal, y vio cuadruplicada su población.
Nicosia actual y sus municipios limítrofes, con expresión de la “buffer zone” que separa la zona grecochipriota de la turcochipriota.

Chipre dividida, y Nicosia: “una ciudad, dos capitales”.
La nueva República de Chipre sería admitida en las Naciones Unidas el mismo año de su emancipación. El arzobispo ortodoxo Makarios III fue su primer presidente, gobernando un país en el que aparentemente podían convivir los dos grupos enfrentados (grecochipriotas y turcochipriotas). La Constitución aprobada propugnaba un estado compartido, repartiendo el poder entre ambas comunidades. Pero la experiencia fue muy conflictiva, entre otras razones por el intento de la mayoría griega de forzar legalmente la unión con Grecia. Los enfrentamientos entre los dos grupos se saldarían con violentos combates armados en Nicosia.
En 1963, nuevamente Grecia, Turquía y el Reino Unido, tomaron la drástica decisión de separar las dos comunidades dentro de la ciudad. Al norte residirían los turcos y al sur los griegos, separados por una “línea verde” patrullada por los británicos (la calificación de “verde” no tenía ninguna referencia ecológica ya que aludía simplemente al color de la tinta de la pluma con la que fue trazada sobre un mapa). Nicosia, la capital, quedaría así dividida en dos. EN 1964, el control de la zona de separación pasaría a fuerzas de contención de la ONU (la UNFICYP, United Nations Peacekeeping Force in Cyprus, Fuerza de las Naciones Unidas para el Mantenimiento de la Paz en Chipre).
Pero la situación se agravó en 1974, cuando un golpe de estado militar derrocó al gobierno legítimo. El levantamiento, que fue respaldado desde Atenas por la dictadura griega de los coroneles, buscaba la definitiva unión de Chipre con Grecia. Inmediatamente, Turquía invadió la isla para proteger a los turcochipriotas, consolidando sus posiciones en el tercio norte insular. El golpe de estado no prosperaría (la dictadura militar griega caería entonces y Makarios III recuperaría la presidencia ese mismo año), pero Turquía no abandonó los territorios ocupados.
Mapas de Chipre indicando el estado previo de la distribución de los dos grupos humanos por la isla y la polarización de las comunidades tras la instauración de la frontera, que supuso un trasvase ingente de población de un lado a otro de la misma.
El alto el fuego consolidaría esas posiciones, obligando a prolongar  la “línea verde” por toda la isla. Esta línea (también llamada “línea Atila” por el nombre en clave dado por los turcos a su invasión) se extendía de costa a costa, entre las ciudades marítimas de Famagusta (en el extremo oriental) y Kokkina (en el occidental) recorriendo toda la llanura central de Mesaoria y se consolidó como frontera entre Turquía y la República de Chipre. Con esto, la “línea verde”, se transformó en una “zona de amortiguación” (buffer zone) desmilitarizada, de anchura variable, cuya protección volvió a recaer sobre las fuerzas de la UNFICYP que vieron reformulada y ampliada su misión.
Mapa de Chipre con identificación de los distintos territorios (grecochipriota al sur, turcochipriota al norte, y entre ambos la línea fronteriza. También se indican las dos bases militares británicas.
La isla quedó así dividida en dos. Hubo un trasvase de población muy importante entre las dos zonas hasta alcanzar un equilibrio. En el sur residirían los grecochipriotas, que mantendrían la denominación de República de Chipre, y en el norte se asentarían los turcochipriotas, que acabarían constituyendo, unilateralmente, un estado independiente, la República Turca del Norte de Chipre (declarada en 1983), un teórico país que solo ha sido reconocido por la propia Turquía.

La división de Nicosia, esquema general y esquema detallado de la ciudad histórica amurallada (Walled City)
Nicosia fronteriza.
En este complicado contexto, el crecimiento de la ciudad continuó. Antes de la división definitiva, en el año 1968, Nicosia se anexionó el territorio de los municipios contiguos de Palouriotissa, Kaimakli y Omorfita, ampliando notablemente su territorio y  dejando sus límites administrativos en su situación actual. Pero Nicosia se vería especialmente afectada por ese escenario político descrito anteriormente ya que la ciudad quedaría definitivamente segregada en dos mitades en 1974. La línea de separación previa (que divide casi diametralmente el casco histórico de la ciudad fortificada) se convertiría en una frontera entre dos estados y cada una de sus partes (norte y sur) aparecería como capital de cada uno de ellos.
Diversas imágenes de la frontera entre los dos sectores de Nicosia.
No obstante, la ONU fue promoviendo, desde 1979,  reuniones entre las partes griega y turca para definir un nuevo futuro conjunto para la capital. El proyecto se denominó “Nicosia Master Plan” y fue financiado por la propia institución dentro de su programa United Nations Development Programme (UNDP). Entre los objetivos destacaron toda una serie de actuaciones encaminadas a proteger la ciudad histórica, la denominada “Walled City” (ciudad amurallada). En el año 2001 se logró presentar ese proyecto conjunto que ha logrado rehabilitar alguna zona de la ciudad. Mientras tanto, se están proponiendo operaciones puntuales, como la Eleftheria Square junto al bastión D’Avila, para cuyo diseño se convocó un concurso en 2005, que fue ganado por Zaha Hadid, y que se encuentra actualmente en construcción, previendo, tras muchos retrasos, su inauguración para 2016.
Imagen del proyecto de Zaha Hadid para Eleftheria Square.
Los intentos de reconciliación de la isla no han fructificado de momento y no parece que la solución esté cercana. El Plan Annan de 2002, impulsado por la ONU, proponía una república federal con dos entidades independientes, con constituciones propias y una representación internacional común (algo similar al modelo suizo de gobierno federal y cantones), pero fue boicoteado por los turcochipriotas. Los esfuerzos posteriores, acelerados por la entrada prevista de la República de Chipre en la Unión Europea, llevaron a un referéndum doble celebrado en 2004 que, en esta ocasión sufrió el rechazo de la parte grecochipriota. En ese mismo año, la República de Chipre (la parte grecochipriota) fue admitida en la Unión Europea, complicando el proceso de reunificación insular.
Los planos de Nicosia Norte (arriba) y de Nicosia Sur (debajo), expresan como cada parte de la ciudad se olvida de la otra.
Así, Nicosia sigue desarrollándose, aunque cada sector evolucione a espaldas del otro, con un modelo urbano en el norte (la zona turca y musulmana) que contrasta con la progresión del sector sur (zona griega y cristiana ortodoxa). Aunque ha habido varios gestos recientes de acercamiento entre los dirigentes de las dos comunidades insulares, la situación no ha variado, manteniéndose como la última capital europea dividida (obviando la peculiar situación de Sarajevo, de la que hablaremos en otra ocasión).

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