14 dic 2013

Cuando París se convirtió en París: Las transformaciones del Barón Haussmann (1. Antecedentes)

La Rue Rivoli de París. Imagen de su primera etapa, iniciada bajo el Primer Imperio, con las características fachadas diseñadas por Fontaine y Percier.
El “vieux Paris” (viejo París) defendido por Balzac o Victor Hugo y fotografiado por Charles Marville, era una ciudad vital y atractiva pero también densa, laberíntica, envejecida, con graves problemas de salubridad y sobre todo poco adecuada para los nuevos tiempos que se vislumbraban a finales del XVIII.
Durante el siglo XIX, en París se produjeron una serie de transformaciones extraordinarias que cambiarían radicalmente la fisonomía de la capital francesa, surgiendo una nueva ciudad que se convertiría en el espejo en el que todas las grandes urbes querían reflejarse. La nueva imagen de París, con sus amplios bulevares, sus parques, sus grandes edificios públicos o su característica arquitectura residencial, se erigió como el modelo urbano de la Ciudad Posliberal.
Entonces, París, se convirtió en París, en esa ciudad renovada, con una identidad tan poderosa que logró situarse como centro de gravedad de nuestro planeta urbano. Desde el nuevo París se irradiaría glamour al resto del mundo y se dictarían las claves del futuro al que todos querían llegar.
Las intervenciones alcanzaron su clímax con el firme liderazgo del Barón Haussmann y Napoleón III, durante el Segundo Imperio francés. Pero la filosofía de actuación, que consideraba a la ciudad existente como un cuerpo moribundo que había que reanimar, incluso con amputaciones, había comenzado años atrás, con los deseos de belleza y representatividad perseguidos por Napoleón o los objetivos higienistas de las restauradas monarquías.
En este primer artículo nos aproximaremos a estos antecedentes que marcarían el camino para la revolución urbana hausmaniana.


El París del Primer Imperio: la búsqueda napoleónica de la belleza urbana.
Durante la campaña de Egipto, iniciada por el ejército francés en 1798, el entonces joven y popular general Napoleón Bonaparte (1769-1821), impactado por lo visto a lo largo del viaje, escribió: “Si yo fuera el mandatario de Francia, procuraría convertir París no solo en la ciudad más bella que existiese, sino en la más bella que pudiera existir”.
Pero en 1799, Napoleón tuvo que regresar a su país debido a las dificultades políticas que había en Francia. En ese mismo año, acabaría encabezando el golpe de estado que daría fin al Directorio, convirtiéndose en el Primer Cónsul, la máxima autoridad francesa. En poco tiempo, Napoleón se adjudicaría el título de Emperador (1804) e intensificaría su conocida y vertiginosa historia.
Desde el punto de vista de la política interna, una de las primeras tareas abordadas por Napoleón I fue la reorganización de la administración del Estado. Esta reestructuración alcanzó también a los niveles municipales y París quedó dividida en 12 distritos (arrondissements) con un responsable para cada uno de ellos que actuaba como alcalde de esa zona (Maire). Sobre todos ellos, situó un alto cargo de nueva creación: la Prefectura del Sena.
El Prefecto del Sena fue la autoridad responsable del desarrollo urbanístico de París. Al crear el cargo en 1800, Napoleón designó a Nicolas Frochot, manteniéndolo hasta 1812, fecha en la que fue sustituido por Gaspard de Chabrol (quien retuvo el puesto durante toda la época de la Restauración, hasta 1830). También destacarían por sus contribuciones urbanas el Conde de Rambuteau (en tiempo de Luis Felipe I, entre 1833 y 1848) y, sobre todos, el Baron Haussmann (que fue Prefecto durante el Segundo Imperio, siendo nombrado en 1853 y ostentando el cargo hasta 1870).
El “vieux París” en la foto de Charles Marville (la calle es la desaparecida rue Travertine)
Napoléon I, junto a Nicolas Frochot y a sus “arquitectos de cabecera”, Pierre-François-Léonard Fontaine y Charles Percier, pusieron en marcha un intenso plan de embellecimiento y dotación de servicios para la capital. París era entonces una ciudad de estructura medieval con importantes carencias. Durante el Primer Imperio, se realizaron importantes infraestructuras públicas. Son destacables los cuatro nuevos cementerios (Père-Lachaise, Montmartre, Montparnasse y Passy), el canal del Ourcq que abastecería de agua a las nuevas fuentes de la ciudad, la descentralización de los mataderos, la construcción de cuatro nuevos puentes sobre el Sena (Austerlitz, St. Luois, des Arts, Iéna) o la consolidación de varios quais, las muelles de contención fluvial que eliminarían los peligros de inundación y realzarían la monumentalidad de los edificios de las orillas, pero que acabarían con la relación directa entre los ciudadanos y su rio (desaparecieron molinos, abrevaderos, lavaderos, etc. y por supuesto la imagen algo campestre de las orillas naturales del rio).
Quizá la intervención más emblemática del momento fue la que se acometió para la reforma del complejo Louvre-Tullerías-Concorde originando la embrionaria directriz este-oeste que se desarrollaría con el tiempo (el emblemático eje parisino que a través de los Champs Elysées, y del Arco de Triunfo llegará, en el siglo XX, hasta el Bario de la Défense).
La actuación Louvre-Tullerías-Concorde comenzó en 1801 con la realización del primer tramo de la rue Rivoli, cuyo trazado rectilíneo acompañaba a los jardines reales de las Tullerías. Los arquitectos Percier y Fontaine diseñaron las fachadas de la nueva vía planteando un modelo continuo de arcadas que enlazaban viviendas y espacios comerciales en planta baja, determinando el estilo del Primer Imperio. Sobre esa pauta, la iniciativa privada construyó los edificios. La rue Rivoli sería prolongada en varias etapas, a esta primera etapa entre Concorde y Louvre, que sería terminada durante la Restauración, le seguiría otra realizada durante el Segundo Imperio que la llevaría en dirección a la Bastilla hasta la rue Saint-Antoine.
El arco del Carrusel iniciaría el eje histórico de París que continuaría con el Obelisco de la Plaza de la Concordia y el Arco de Triunfo. En la imagen aparece el Palacio de las Tullerías, que fue incendiado durante la Comuna de 1871 y finalmente derribado en 1882.
La operación urbana no se limitó a la realización de esta calle sino que fue más ambiciosa, proponiendo una gran transformación del entorno. Se derribaron tanto el convento de los Feuillants (Monasterio Real de San Bernardo) como la Iglesia de los Capuchinos y los solares liberados se convirtieron en el soporte de la nueva urbanización. Sobre esos terrenos se abrieron nuevas calles que reestructuraban la zona como la rue de Castiglioni, la rue de la Paix (entonces rue Napoleón), o la rue de Mondovi y se levantaron nuevas viviendas para la burguesía. Otro objetivo era la creación de un complejo único entre el Louvre y el Palacio de las Tullerías, para lo cual se deberían derribar los edificios residenciales situados entre ambos (consiguiéndolo, entonces, solo parcialmente al abrir la rue Imperial). Esta nueva calle enfocaba el arco de triunfo del Carroussel construido entre 1806 y 1808 según diseño de Percier y Fontaine. Fue una intervención pionera, ya que reelaboró en profundidad el tejido urbano existente sin estar asociada a la creación de una plaza (como es el caso de las Places Royales del siglo anterior).  Además, inauguró  el modelo de intervención agresivo con la ciudad preexistente que caracterizaría el París del siglo XIX e influiría notablemente en las grandes capitales europeas. Napoleón defendía que para embellecer París, era “más necesario destruir que construir”.
No obstante, las circunstancias históricas impidieron la consolidación de algunas de las ideas napoleónicas (como la deseada nueva Cité, presidida por el “Palacio del Rey de Roma” que se hubiera situado sobre la colina de Chaillot y con el bosque de Boulogne como parque propio) e interrumpieron la construcción de su gran Arco de Triunfo, que sería rematado muchos años después, en 1836.

El París de la Restauración borbónica: la parcelación privada de las periferias.
La caída de Napoleón en 1814 determinaría el futuro francés y desde luego de su capital. Las potencias europeas, que se habían aliado contra el emperador hasta lograr su derrocamiento (aunque lograra  volver durante “cien días” en 1815), se encargaron de restaurar la monarquía borbónica en Francia, en la figura de Luis XVIII.
Luis (Louis) XVIII (1755-1824), hermano del anterior rey, Luis XVI, se convirtió en el heredero del trono de Francia tras morir Luis XVII. El joven príncipe, que se había convertido en rey tras ser guillotinado su padre en 1793, solo lo fue de forma titular ya que había sido encarcelado y murió en prisión en el año 1795 (a la edad de 10 años). El rey restaurado Luis XVIII intentó ser un monarca conciliador buscando consensos entre las diferentes facciones políticas, pero, en cambio, su hermano y sucesor, Carlos (Charles) X (1757-1836) fue un ultra conservador con aspiraciones  absolutistas. El auto-golpe de estado que protagonizó en 1830, con el objetivo de eliminar las libertades y derechos obtenidos por el pueblo francés en los años anteriores, sublevó a la población que consiguió derrocarle en la conocida como Revolución de Julio.
El impulso innovador que caracterizó los primeros quince años del siglo se extinguió con la llegada de la Restauración. En los primeros años, los símbolos del Primer Imperio fueron proscritos y, en cambio, se potenció todo lo que comunicara la idea de la recuperación de la monarquía (católica), como fue el levantamiento de nuevas estatuas reales o la apertura al culto de iglesias desacralizadas por Napoleón.
La monarquía restaurada no se implicó de forma decidida en la renovación de la ciudad y dejó la responsabilidad de la evolución de París en manos privadas. No hubo planes públicos, ni de carácter general, ni tampoco parciales. La incipiente y pujante aristocracia del dinero se lanzó, con el beneplácito real, a intervenir en una ciudad de la que esperaba sacar beneficio. Gaspard de Chabrol, el último Prefecto napoleónico, consiguió mantenerse en el cargo a lo largo de todo el reinado borbónico. Bajo su administración se trabajó en dos direcciones principales: la mejora puntual de equipamientos y servicios (sobre todo en el centro urbano, y destinados a la aristocracia y alta burguesía) y la parcelación de zonas libres para crear nuevos barrios.
El primer rumbo se manifestó, por ejemplo, en las infraestructuras con la pavimentación de calles importantes (con aceras y calzadas) y el comienzo de la red de alcantarillado. También se construyó el canal de Saint-Martin y el nuevo puente de los Inválidos. Las dotaciones urbanas estuvieron representadas fundamentalmente por la construcción de numerosas iglesias y teatros, y algún mercado. Uno de los hechos urbanos más destacados de esta época fue la aparición de una nueva tipología urbana que tendría gran éxito en París, el Pasaje Comercial. El pasaje comercial, que sería muy copiado por el resto de grandes ciudades europeas, es una tipología de calle-callejón que atraviesa las manzanas residenciales, conectando las principales vías urbanas y se encuentra cubierto para proteger de las inclemencias climatológicas a los viandantes, facilitando así el comercio urbano. Fueron creados en su mayoría en la primera mitad del siglo XIX, fundamentalmente en la rive droite y próximos a los Grands Boulevards. Sobreviven una veintena de los aproximadamente ciento cincuenta que llegó a tener París. Estas vías cubiertas suelen considerarse como precursoras de los actuales centros comerciales.
Pasaje Comercial del Gran Cerf, situado entre el 145 de la rue Saint-Denis y el número 8 de la  rue Dussoubs.

La segunda línea de actuación fue la creación de nuevos barrios en las “periferias” desocupadas, es decir entre los Grands Boulevards y la muralla de los Fermiers Généraux (recaudadores de impuestos), que aunque algo perjudicada se mantenía en pie (sería derribada definitivamente en 1860). Surgieron parcelaciones fundamentalmente en la rive droite, como la Nouvelle Athènes (1818-1820), Batignolles (1821), el quartier François 1er (1823), el quartier La Poissonière (1824), Beaugrenelle (1824), el quartier de l’Europe (1827), o el de St-Vicent de Paul (1828). También se creó algún barrio para la burguesía media y para las clases populares (artesanos y obreros que se ubicaron en la parte oriental de la ciudad en el entorno del Canal de Saint-Martin).
Dos ejemplos de parcelaciones en la época de la restauración Borbónica: arriba el Quartier de la Poissonnière y debajo el Quartier de l’Europe. En la primera, la vía diagonal que la atraviesa (la rue Charles X) es el embrión de la futura rue La Fayette.
Una de las parcelaciones citadas anteriormente, el quartier La Poissonière, significó el origen de una de las principales vías estructurantes de la rive droite: la rue La Fayette (aunque comenzó denominándose rue Charles X).  Esta vía es significativa porque fue realizada a lo largo de muchos años, por varias administraciones, simbolizando la unidad de criterio de intervención de los diferentes Prefectos. Sus casi 2,9 kilómetros unen el barrio de la Opera, desde el boulevard Haussmann, con la Villette, en la Plaza de la Bataille-de-Stalingrad (no obstante, el eje que marca la calle, todavía tiene mayor continuidad a través de la Avenida Jean Jaurès que conecta con la Porte de Pantin en el noreste y desde allí con la N3, la autovía que se dirige hacia Alemania por Meaux). El primer tramo de la rue La Fayette fue abierto en 1824, entre la rue du Faubourg-Poissonnière y la rue du Faubourg-Saint-Martin. El segundo lo hizo en 1849, ampliándola hacia el este desde la rue du Faubourg-Saint-Martin hasta la Plaza de la Bataille-de-Stalingrad. El tercer tramo se dirigió hacia el centro, ampliando el eje desde la rue du Faubourg-Montmartre hasta la  rue du Faubourg-Poissonnière y se abrió en 1859. Por último, el cuarto tramo fue abierto en 1862, prolongando la calle desde la rue du Faubourg-Montmartre hasta la rue de la Chaussée-d'Antin en el cruce con el boulevard Haussmann.
Imagen aérea de la rue La Fayette en toda su longitud. Al fondo, junto a la lámina de agua del canal que acompaña a la Plaza de Stalingrado, se aprecia el cambio de sección que supone el final de la rue La Fayette y el comienzo de la Avenida Jean Jaurès. La sección cambia pero el eje continúa.

El París de la Monarquía de Julio: Las operaciones urbanas del Conde de Rambuteau (y una nueva muralla).
La conocida como Revolución de Julio (o de 1830) fue una sublevación popular que acabó con el reinado de Carlos X, el último Borbón reinante en Francia. Pero ese levantamiento no eliminó la monarquía, ya que se mantuvo, aunque con dos cambios fundamentales: primero, porque se varió su carácter (monarquía constitucional) y segundo porque se produjo un relevo de dinastía (se buscó un rey ajeno a los borbones). El nuevo rey, que sería el último de Francia, fue Luis Felipe de Orleáns, que gobernó como Luis Felipe I. Curiosamente, este  moarca que ascendió al poder con una revolución, lo perdería años después con otra sublevación (la de 1848). En este año, otra oleada revolucionaria se extendió por buena parte de Europa, siendo conocida como la “Primavera de los pueblos”. Esta sublevación, de carácter liberal, pero marcada por un incipiente nacionalismo y por los primeros movimientos obreros, puso fin definitivamente a la monarquía en Francia. Entonces comenzaría la Segunda República francesa.
La revolución burguesa de 1830 produjo un cambio sustancial en la actitud frente a la gestión de la ciudad. El declive de la aristocracia terrateniente y el alza de la burguesía comercial marcarán nuevos rumbos. Además, el nuevo rey quería alejarse de la imagen de la monarquía anterior, para lo cual ordenó el retorno a la senda de las infraestructuras públicas iniciada en el Primer Imperio, aunque sin atreverse a grandes operaciones. Entonces comienzaron a establecerse los mecanismos de control y organización de la Administración.
En 1832 se declaró una epidemia de cólera que afectó gravemente a París y cuando al año siguiente Claude-Philibert Barthelot, Conde de Rambuteau (1781- 1869), alcanzó la Prefectura del Sena, se marcó una misión muy concreta para la ciudad: mejorar su salubridad.
En este sentido, Rambuteau declaró: “Dans la mission que Votre Majesté m'a confiée, je n'oublierai jamais que mon premier devoir est de donner aux Parisiens de l'eau, de l'air et de l'ombre” (Dentro de la misión que vuestra majestad me ha confiado, jamás olvidaré que mi primer deber es dotar a los parisinos de agua, aire y sombra).
Rambuteau iniciará las primeras transformaciones de la estructura urbana, aunque con grandes dificultades por la falta de instrumentos legales. La Ley de Expropiación y las indemnizaciones a las que ésta obligaba, hacía complicaba cualquier actuación que requiriera  la reconversión de propiedades privadas en espacios públicos. Solamente a partir de 1841 cuando se reforma esa ley y se facilita la expropiación alegando la causa del interés público, Rambuteau podrá afianzar sus reformas.
Algunas de sus actuaciones son indicativas, en cierto modo, de lo que llegará bajo el mandato de Haussmann en el Segundo Imperio. Rambuteau abre la rue Vivienne para unir la Bolsa a los bulevares, la rue d’Antin o, en la rive gauche, la rue Soufflot que une el Panteón con el Palacio y los jardines de Luxemburgo desde 1844. Pero quizá su actuación más significativa sea la de la calle que lleva su propio nombre, la rue Rambuteau, que consistió en la ampliación y realineación de la antigua rue de la Chanvreire.
La rue Rambuteau.
La rue Rambuteau, es un eje que discurre desde el oeste hacia el este, uniendo la Plaza de Saint-Eustache (en la que se encuentran la iglesia del mismo nombre y Les Halles) con el Marais, (atravesando por un lateral la actual Plaza del Centro Georges Pompidou). La importancia de esta vía se justifica por ser el primer caso de reestructuración que no está vinculado a edificios públicos, si no que es un ensanche viario que afecta únicamente a una secuencia de propiedades privadas. Se acordó que la anchura de la calle fuera de trece metros. La expropiación afectó solamente a la franja que debía convertirse en calle, sin necesidad de demolición de los edificios. Por eso las nuevas fachadas se colocaron en la alineación marcada adosadas a las viejas estructuras de las edificaciones.
No obstante, a pesar del parecido con lo que se será la obra posterior del Barón Haussmann, el criterio de Rambuteau era muy distinto, siendo éste partidario de pequeñas obras puntuales para evitar la especulación del suelo, mientras que Haussmann emprenderá una gigantesca actuación global con fuertes tensiones especulativas.
Con Rambuteau se realizaron otras operaciones puntuales pero muy significativas. Por ejemplo, la demolición de edificios de la Cité para “esponjar” el barrio, la reordenación definitiva de la Plaza de la Concordia (con la colocación del obelisco de Luxor), la ampliación del Hôtel de Ville (ayuntamiento) o la creación del inmenso manicomio de Charenton.  
La Gare Saint-Lazare pintada por Claude Monet en 1877.
No obstante, la principal transformación producida durante la “Monarquía de Julio” fue la aparición de las líneas ferroviarias radiales que reestructurarían los flujos urbanos, con sus trazados y sus estaciones (destacando la Gare St. Lazare en 1842, la Gare du Nord en 1844 o también la Gare de Lyon o la Gare D’Austerlitz) y que prepararían el desarrollo de los núcleos suburbanos. Curiosamente, una acción menor, fue la más popular e identificó el mandato de Rambuteau para la población: la dotación de urinarios públicos en los espacios urbanos (que serían denominados “vespasiennes” en referencia al emperador romano Vespasiano quien ordenó colocar urinarios públicos en Roma).
Fotografía de Charles Marville de 1876 con una de las históricas “vespasianas” parisinas.
Rambuteau fue la referencia urbanística en París hasta que tuvo que abandonar su puesto como Prefecto del Sena con la Revolución de 1848 que daría paso a la Segunda República.
La muralla de Thiers.
Un hecho sorprendente en esos años fue el levantamiento de una nueva muralla para París en una época en la que la mayoría de las ciudades europeas que estaban encerradas en muros, se encontraban derribándolos.
Pero Luis Felipe I, tenía muy presente lo sucedido en 1814, cuando las potencias europeas tomaron París con facilidad y derrotaron a Napoleón Bonaparte. El rey creía que eso había sucedido por la inexistencia de unas murallas importantes (hay que recordar que la muralla de los Fermiers Généraux, que seguía en pie, fue una cerca fiscal y no defensiva). El rey estaba convencido de que la nueva Francia que nacía con su reinado, no podía consentir esa debilidad para su capital y tomó la decisión de fortificar París para que fuera inexpugnable.
Trazado de la muralla de Thiers, el último recinto de París.
Una nueva muralla, la séptima y última, cerraría la superficie parisina. El recinto se construyó finalmente entre 1841 y 1844. La historia la conoce como la “Muralla de Thiers”, en referencia a su impulsor, Adolphe Thiers (1797-1877) que fue primer ministro con Luis Felipe I (y llegaría a ser, años después, el primer presidente, aunque provisional, de la Tercera República instaurada en 1871).
Sección de la Muralla de Thiers. En la actualidad por el “boulevard de ceinture” discurren los bulevares de los Mariscales, y por el foso, el Boulevard Périphérique.
La muralla abarcaba aproximadamente 80 kilómetros cuadrados, con un perímetro de unos 33 kilómetros que se proyectaba al exterior con 94 baluartes. El recinto permitía el acceso por 17 puertas y 23 barrières (y 5 pasos para el ferrocarril) y se situaba entre los actuales Bulevares de los Mariscales (que entonces eran una calle militar interior al recinto) y el Bulevar Periférico (que ocuparía el espacio de protección militar exterior). El sistema de fortificación de París se completaba con dieciséis fuertes, situados perimetralmente a una distancia que variaba aproximadamente entre los 3 y 7 kilómetros.
Imagen de los baluartes y fosos que completaban la muralla de Thiers. Al fondo se aprecia la salida de un tranvía por la puerta Chaumont dirigiéndose hacia Le Pré St Gervais. La foto evidencia el anacronismo del muro.
La muralla englobaba más superficie de la que París tenía administrativamente en aquellos años (sus límites estaban en la muralla de los Fermiers Généraux). Esa situación sería corregida durante el Segundo Imperio.
La anacrónica Muralla de Thiers (e inútil para la defensa ante el armamento de la época, como demostrarían los ataques prusianos de 1870) encerraría París hasta que, entre 1919 y 1929, fuera derribada.

En 1848 se produjo la revolución que acabó con la monarquía francesa y dio inicio a la Segunda República, cuyo presidente, elegido por sufragio universal y por amplia mayoría, fue Luis Napoleón, el sobrino de Bonaparte. Pero en 1851, Luis Napoleón dio un golpe de estado acabando con la República y comenzando el Segundo Imperio del que él sería emperador con el nombre de Napoléon III.

El emperador nombraría prefecto de la capital al Barón Haussmann, quien utilizando los instrumentos que le proporcionaba el gobierno autoritario del Segundo Imperio, transformaría radicalmente París.

6 comentarios:

  1. muy buen artículo

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  2. Muy interesante, gracias!

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  3. gracias por tu articulo, me esta sirviendo de mucho para mis investigaciones

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  4. Muchas gracias un excelente articulo, me sirve en mi actividad académica

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  5. Muy buen artículo y muchas gracias por la información,pero me podrían decir en qué bibliografía está basado? o qué bibliografía podría revisar para profundizar más en lo desarrollado aquí?

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  6. Ciertamente la arquitectura de París es espléndida y detrás de ella es tan grandes personajes tanto conocidos como desconocidos por el público. Sin personas sabias y con conocimiento técnico funcional urbano y de arquitectura jamás París habría sido lo que es pues pudiera haberse convertido en un enramado de callejuelas sucias encharcadas y sin sentido de las cuales hay en ciudades que no lo nombraré.
    Gloria entonces aquellos arquitectos y personajes importantes en la historia parisina al máximo límite y exponente que la han convertido en lo que es actualmente una de las capitales más importantes del mundo a nivel de desarrollo urbano con belleza de Palacios edificios monumentos plazas a un nivel indescriptible que solamente puede ser contemplado y vivenciado por quien pasea por la ciudad la ve y la aprecia.

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