El
ferrocarril ha sido, y es, una de las infraestructuras más trascendentales en
el desarrollo de la ciudad moderna, tanto en el siglo XIX como en buena parte
del XX. En las últimas décadas, la necesaria renovación de las instalaciones,
así como la existencia de extensas superficies en el centro de las ciudades
vinculadas al uso ferroviario (y sus problemáticas derivadas), están motivando
complejas operaciones de integración del ferrocarril en la ciudad. Son muchas
las grandes urbes que se encuentran inmersas en ambiciosos procesos urbanos que
están transformando sus dinámicas internas.
Una de esas
intervenciones es Stuttgart 21, una polémica operación de reestructuración
ferroviaria de la ciudad alemana y su entorno que responde a varios objetivos.
En primer lugar, integrar el trazado de la línea de Alta Velocidad
París-Budapest (la “magistrale”
europea); en segundo, reorganizar el sistema de las líneas férreas del
Stuttgart metropolitano; y en tercer lugar, recuperar para la ciudad los
extensos terrenos ferroviarios existentes al norte de la Estación Central. Las
dificultades técnicas, los largos plazos, los elevados costes y la contestación
ciudadana están caracterizando un proceso que, comenzado en 1995, aún requerirá
bastantes años para verse finalizado.