17 ene 2015

El Ágora de Atenas y los Foros de Roma: representación del espacio ciudadano frente al espacio del poder.

El Ágora ateniense y el Foro romano como arquetipos espaciales: la representación ciudadana frente a la representación del poder.
La existencia de un espacio común y compartido es consustancial a los asentamientos humanos. Desde una óptica simbólica, pueden identificarse dos visiones diferentes acerca de la configuración de esos lugares que denominamos plazas. La primera, expresa la formación del espacio a partir de la voluntad del colectivo, como producto del requerimiento de un lugar de encuentro y relación para múltiples actividades cívicas (comerciales, políticas, festivas, etc.). En muchos de estos casos, las plazas se generaron a partir de la reserva de suelo consensuada, ocupando una posición relativamente central y pudiendo estar acompañadas de edificios de la comunidad (un ayuntamiento por ejemplo). La segunda óptica, entiende la formación de ese espacio como una dotación ofrecida por el líder del grupo (político, religioso, etc.) a sus subordinados. Las plazas que seguían esta línea, solían vincularse a la existencia de grandes edificios que recordaban la presencia del poder y la autoridad.
El Ágora de Atenas y los Foros romanos son en la actualidad unas ruinas que difícilmente logran transmitir lo que fueron en sus momentos de esplendor. Afortunadamente, las investigaciones arqueológicas y los numerosos escritos que los describieron, nos permiten intuir su antigua formalización. Su origen funcional fue similar (primero necrópolis y después mercado) pero su evolución “política” fue muy diferente. En su apogeo representaron visiones antagónicas, puesto que mientras el Ágora ateniense personificó el espacio ciudadano, los Foros romanos encarnaron la representación del poder. Por esta razón, ágora y foro (aunque los términos puedan utilizarse como sinónimos) se han convertido en arquetipos de esas dos formas de entender las plazas públicas.

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El Ágora de Atenas.
La palabra ágora tiene una etimología muy expresiva. Procede de una raíz griega que significa la “acción de reunir” y que inicialmente se aplicaba a rebaños y finalmente a personas. Pronto comenzó a designar ese espacio común en el que se compartían tanto pastos como actividades festivas, ceremoniales, etc.
No obstante, el origen del lugar ateniense que sería conocido como ágora nos remite a una necrópolis con presencia de viviendas a su alrededor, como han descubierto las excavaciones arqueológicas. Esta caracterización lejana (se calcula que pudo cumplir esta función entre los años 1600 y 700 a.C.) se transformaría radicalmente con la consolidación del sistema democrático de gobierno. Hubo otras ágoras previas en Atenas, pero todas perdieron su papel cuando el ágora principal acabó por atraer las actividades comunitarias y centralizó (se estima que hacia el siglo VI a.C.) la vida ciudadana de la polis. En su favor jugó, entre otras cosas, su estratégica posición en el cruce de caminos que llevaban hacia el puerto de El Pireo y hacia la Acrópolis (la via Panatenaica ó de las Panateneas).
Hipótesis gráfica de Atenas en su época clásica. 
El ágora ateniense era el espacio donde acontecía la vida comunitaria y donde se escenificaba la democracia, una de las grandes aportaciones de la Grecia clásica a la civilización occidental. No obstante, la democracia ateniense no era un derecho universal. Las investigaciones demográficas suponen que el número de “ciudadanos” (con derecho a voto) de la región de Atenas (el Ática) hacia el siglo IV a.C. se situaría en torno a los 20.000 o 30.000, es decir, un porcentaje que oscilaría entre el 15 al 20 % de la población total estimada entre 150.000 y 250.000 personas. No obstante, el ágora tenía una vida intensa  y polifuncional. Como evoca Richard Sennet “En el ágora tenían lugar muchas actividades al mismo tiempo, y la gente iba de un lado a otro y se agrupaba en corrillos para hablar de distintas cosas a la vez. Por regla general ninguna voz dominaba el conjunto. (…) En las actividades simultáneas y cambiantes del ágora, el parloteo de las voces dispersaba fácilmente las palabras y la masa de cuerpo en movimiento sólo experimentaba fragmentos de significado continuado. (…) Aunque la vida del ágora estaba abierta a todos los ciudadanos, ricos y pobres, la mayoría de los acontecimientos ceremoniales y políticos que se producían en la misma estaban vedados a la inmensa población de esclavos y extranjeros (metecos) que sostenían la economía de la antigua ciudad”. (SENNETT, Richard. Carne y Piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental. Traducción César Vidal. Alianza Editorial, Madrid, 1997. 1ª ed. 1994. Pág. 56)
El espacio del ágora queda determinado físicamente por la colina del Areópago al sur y el promontorio Kolonos Agoraios al oeste, así como por la referencia visual de la Acrópolis al sureste. Entre estas elevaciones discurría la importante via de las Panateneas, eje fundamental en la Atenas antigua y recorrido ceremonial de acceso a la Acrópolis. Esta vía dividía diagonalmente el cuadrilátero que determinaba aproximadamente el ágora.
Plano del ágora de Atenas hacia el año 500 a.C. (según Tavlos)
El primer edificio del ágora fue el Altar de los Doce Dioses, levantado hacia el año 520 a.C. Situado en la esquina noroeste, el Altar era un santuario que cumplía también función de asilo (que era una de las estrategias antiguas para aumentar la población de una ciudad al ofrecer protección a los fugitivos de otros lugares) y se convirtió en una especie de “kilómetro cero” desde el que se medían las distancias.
Con el fin de la época de las tiranías se consolidó la democracia ateniense y el ágora emergió como el centro principal de la ciudad. Su definición fue paulatina, levantándose las primeras construcciones al pie de Kolonos Agoraios, estableciendo la fachada occidental de la gran plaza (en este montículo se erigiría hacia el año 428 a.C. el imponente Templo de Efesto, Hephaisteion, que se conserva casi intacto). Allí se construyó, entre el 509 y el 507 a. C.,  el Bouleuterion, el edificio sede del Consejo de la ciudad. En él se reunían todos los días los quinientos hombres elegidos para organizar los asuntos ciudadanos (detrás de éste, se construiría un nuevo Bouleuterion entre los años 415 y 406 a.C., destinándose el antiguo a archivo por lo que cambió su nombre por el de Metroon). Contigua se construyó la Tholos, (465 a. C.) que era la sede de los cincuenta pritanos (funcionarios de la Boulé) y también, la Stoa Basileos ó Stoa Real (finales del siglo VI a.C. y V a.C.), la más antigua de todas, que se encontraba junto a la entrada al ágora por la Vía Panatenaica.
Pórticos de la Stoa de Atalos.
El espacio iría definiendo sus límites con la creación de una de las tipologías más características del ágora griega, las stoas, unos edificios porticados de planta rectangular con una gran dominante longitudinal. Su objetivo era proteger de las inclemencias del tiempo, tanto de la lluvia como del excesivo calor mediterráneo. Se situaban en los límites del espacio, acotándolo, con los pórticos abiertos hacia el espacio público interior, y cerrados hacia el entorno del ágora. En su interior se paseaba, se hablaba o se realizaban negocios entre otras muchas actividades sociales. El Ágora de Atenas contó con varias stoas: además de la mencionada Stoa Basileos, durante el periodo clásico se construyeron en el norte la Stoa Poikilé (también llamada Pécile) (475-450 a.C.) famosa por ser el lugar donde Zenón de Citio impartía sus enseñanzas (y debido a ello, su filosofía recibió el nombre de estoicismo); la Stoa de Zeus (450-400 a.C.) junto a la Basileos; o la conocida como Stoa Sur I (425-400 a.C.). Siglos después se levantarían las stoas helenísticas: la Stoa Sur II (mediados del siglo II a.C.), Stoa Media (180-140 a.C.) y la Stoa de Atalos (159-138 a.C.) que cerraría el espacio por el lado este.
Estado actual del ágora ateniense (al fondo la reconstrucción de la Stoa de Atalos).
Otros edificios irían completando la multifuncionalidad del ágora como la Heliea (el tribunal supremo ateniense) o la Ceca (casa de la moneda) que se encontraban a ambos lados de la Stoa Sur I.
El gran espacio central reunía a la asamblea (ecclésia) de ciudadanos para tomar las decisiones de la polis (las que le correspondían). Por eso era fundamental mantener su capacidad, impidiendo construcciones en él (salvo ligeras construcciones temporales desmontables). La esquina noreste disponía de un espacio cuadrado acotado por un peristilo que hacía las veces de tribunal (y que sería demolido para la construcción de la Stoa de Atalos). En una de las mitades en las que dividía el espacio la vía de las Panateneas se ubicaba el espacio denominado orchestra en el que se desarrollaban, complementariamente, contenidos lúdicos como carreras o danzas, por ejemplo.
No obstante, a su importancia política debía sumarse el carácter sagrado del espacio, reflejado en los numerosos santuarios y templos, como los dedicados a Zeus, Hefestos o Apolo. También la vía de las Panateneas participaba de ese espíritu al servir de recorrido para las ceremonias procesionales que se dirigían hacia la Acrópolis. La sacralización del recinto del ágora estaba señalada por unos pequeños mojones de piedra (horos) que no podían ser rebasados por quienes se habían “manchado de impiedad”.
El ágora contaba también con una intensa vida comercial. La concurrida vía de las Panateneas potenciaba el lugar como mercado y junto a ella y las stoas, fueron apareciendo pequeñas construcciones de madera o tenderetes de tela que daban cobijo a los mercaderes y artesanos.
Plano del ágora de Atenas hacia el año 200 (durante el dominio romano) (según Tavlos)
Pero la herencia de los antiguos griegos no fue bien tratada por la historia posterior y el ágora ateniense, el gran espacio simbólico, sufriría transformaciones que la dejarían irreconocible.
En el siglo II a.C., tras la batalla de Corinto del año 146 a.C., Grecia quedó integrada en la República Romana (y luego en el Imperio). Los romanos transformaron la esencia ciudadana del ágora, poblando su espacio central con edificaciones que representaban el poder de los dioses, de los emperadores y del propio Imperio. Así fueron construyéndose en el espacio central el Odeón de Agripa, el Altar de Zeus Agoraios, o la Biblioteca de Panteno.
Cuatro siglos después, en el año 267, se produjo un hecho que desencadenaría el declive definitivo del ágora ateniense: los hérulos saquearon y asolaron Atenas. Aunque fueron rechazados por las legiones romanas y la ciudad se reconstruyó, el ágora salió mal parada. Atenas levantó unas nuevas murallas protectoras (las últimas romanas) que definían un recinto menor, que dejaba fuera al ágora. El antiguo centro de la ciudad quedaba como un espacio extramuros, totalmente desamparado. Además, muchos de los materiales de los edificios afectados por los ataques sirvieron para construir aquel muro defensivo. Los romanos crearían otra ágora (la denominada “ágora romana”) que se convirtió en el nuevo centro intramuros.
Durante los siglos IV y V, en los últimos tiempos del Imperio Romano, se levantaron en esos terrenos varias villas (se han encontrado restos de las mismas), pero las diferentes incursiones bárbaras (como las de los visigodos de Alarico en el año 395, los vándalos en el 470 o los eslavos en el 582) arrasarían la zona, que sería finalmente abandonada en el siglo VII.
Hubo que esperar varios siglos para que Atenas, encerrada hasta entonces en el interior del último recinto romano, viera crecer arrabales fuera de las murallas. Fue durante el periodo bizantino, a partir del siglo X, cuando el solar del ágora se comenzó a transformar en un barrio de viviendas modestas (en esa época se construyó, la Iglesia de los Santos Apóstoles). Con el Imperio Otomano se consolidaría ese barrio residencial extramuros.
La independencia griega lograda en 1834 prepararía un nuevo futuro para el Ágora, que resultaría agridulce. Por una parte comenzaría un tímido movimiento arqueológico de recuperación que logró rescatar, por ejemplo, el Pórtico de los Gigantes o la Stoa Atalos, descubiertos en las excavaciones realizadas por la Sociedad Arqueológica de Atenas entre 1859 y 1902. Pero por otra parte, este interés no pudo evitar que el trazado del ferrocarril entre El Pireo y Atenas en 1890 arrasara con buena parte del norte del ágora.
Imagen de la zona norte del ágora de Atenas, con el corte producido por el ferrocarril junto al testero septentrional de la Stoa de Atalos.
Las investigaciones arqueológicas se fortalecerían con la fundación en 1881 de la American School of Classical Studies at Athens (ASCSA, Escuela Americana de Estudios Clásicos de Atenas) impulsada por nueve universidades y varios empresarios estadounidenses. Sus excavaciones en el ágora de Atenas comenzaron en 1931, para lo cual se derribaron las numerosas viviendas que ocupaban la zona y hoy, el antiguo centro ateniense es un yacimiento arqueológico. Presidiéndolo se encuentra la Stoa de Atalos, reconstruida entre 1953 a 1956 con la financiación de la Fundación Rockefeller y bajo la dirección especializada del arquitecto John (Yannis) Travlos. El edificio alberga hoy el Museo del Ágora de Atenas.

Plano de conjunto de los Foros de Roma.
Los Foros de Roma.
El Foro (Forum) era el espacio público principal de las ciudades romanas, reflejando el complejo conjunto espacial y monumental que se había construido en la capital. Aunque Roma dispondría de otros foros distribuidos por la ciudad, los principales fueron los seis que se ubicaron en su centro:
  • El Foro Romano (Foro antiguo, iniciado hacia el 750 a.C.)
  • El Foro de Julio César (inaugurado el año 46 a.C.)
  • El Foro de Augusto (inaugurado el año 2 a.C.)
  • El Foro de la Paz (inaugurado el año 75)
  • El Foro de Nerva (inaugurado en el año 97)
  • El Foro de Trajano (inaugurado en el año 112)

Al antiguo Foro Romano (Forum Vetus), conformado durante más de mil años, se le sumaron los cinco Foros Imperiales (aunque Julio César no llegó a ostentar ese título), construidos en un plazo relativamente breve, de ciento cincuenta años entre el final de la época republicana y los primeros tiempos del Imperio. Estas cinco grandes plazas públicas, promovidas desde el poder, no respondieron a una planificación conjunta pero ofrecieron una buena articulación y homogeneidad de conjunto. A la función inicial de mercado, lugar de encuentro y reunión política, incorporaron una nueva misión: la representación del poder (de los emperadores y del Estado).
Ubicación del antiguo foro de Roma entre las colinas fundacionales.
Antiguo Foro Romano.
El solar inicial de los Foros fue una zona pantanosa en el final del valle que formaban las colinas fundacionales romanas. Allí desaguaban varios de los barrancos que descendían de ellas para dirigirse después al río Tíber. Las marismas comenzaron a ser drenadas con la construcción de la Cloaca Máxima y, aunque inicialmente era un simple canal abierto, permitió desecar esa superficie y habilitarla como espacio ciudadano. Ese lugar se convirtió en el espacio común de las tribus que poblaban las colinas y sirvió de nexo entre todas cuando se unificó la Roma arcaica. El lugar, que había cumplido funciones de necrópolis, se pavimentó y comenzó a edificarse hacia el año 750 a.C. El Foro Antiguo era un espacio irregular y sin una forma bien definida que, a lo largo de los siglos, fue matizándose hasta aproximarse a un rectángulo alargado, gracias a las construcciones que se fueron levantando en su perímetro, enmarcando la via Sacra.
En los lados largos del Foro, desde tiempos remotos, se ubicaban una sucesión de locales para el mercado, reservando el espacio central. Esos puestos comerciales se consolidarían con la construcción de las tabernae veteres (tiendas antiguas) en el lado sur y las tabernae novae (tiendas nuevas) en el lado norte.
Los edificios religiosos complementaron el uso comercial. Entre las tabernae veteres y el final de la ladera de la colina Capitolina se construyó el Templo de Saturno hacia el año 500 a.C. (también denominado Aerarium, erario, porque se custodiaba allí el tesoro de Roma, hasta que fue trasladado a un edificio vecino diseñado para tal fin). Igualmente se conservaban en él los archivos oficiales hasta que su volumen obligó a la construcción de un edificio específico para ello, el Tabularium, en la vaguada intermedia del Capitolio. Hacia el año 367 a.C. se levantó el Templo de la Concordia que selló el acuerdo entre patricios y romanos de los primeros tiempos de la república (este templo sería ampliado por Tiberio entre los años 7 a. C. y 10 d. C.). En el lado suroriental, hacia el año 490 a.C., se levantó el Templo de Cástor y Polux dedicado a los Dioscuros (aunque también se le conocía como Aedes Castorum). Por el lado suroeste, a los pies del Palatino, el Foro estaba limitado por la Regia, el lugar donde se reunía el pontífice máximo (la mayor autoridad religiosa en Roma) con su colegio de pontífices y que incluía un pequeño espacio dedicado a Marte. Junto a la Regia se encontraba el Templo de Vesta (un edificio circular, un Tholos) y la Casa delle Vestali (en la que residían las sacerdotisas vírgenes consagradas a Vesta, la diosa del hogar)
Esquema de la distribución del antiguo Foro romano (durante el periodo republicano y el periodo imperial)
El espacio comenzó a adquirir jerarquía como centro político con la construcción del Comitium. El Comitium era un espacio circular al aire libre, contiguo al Foro pero independiente del mismo, en el que se celebraban las asambleas generales. Se complementaba con otros edificios importantes en la política romana: al norte la Curia Hostilia, el lugar de reunión del Senado; al oeste, la Basilica Porcia, construida en el 184 a.C. como espacio para la administración de justicia y como lugar de encuentro y negocios, y que quedó destruida con el incendio del 52 a.C. para no ser reconstruida (en el año 121 a.C. se levantaría la vecina Basílica Opimia que desaparecería con la ampliación del Templo de la Concordia); a su lado la prisión, Carcere Mamertino óTullianum, que se encuentra actualmente bajo la Iglesia de San Giuseppe dei Falegnami (San José de los Carpinteros); o la Rostra Vetera (la tribuna antigua) la tribuna de oradores, destinada principalmente a los magistrados.
Las tabernae serían complementadas por la construcción de basílicas, edificios de usos múltiples que sirvieron como lugar para reunión de los magistrados que impartían justicia y también para mercado y negocios variados. A la Basílica Porcia se le sumaron la Basílica Fulvia-Aemilia (179 a.C.) junto a las tabernae norte y la Basílica Sempronia (169 a.C.) junto a las del sur. Pero estos dos edificios acabarían desapareciendo para ser sustituidos respectivamente por la Basílica Paulli (55 a.C.) y la Basílica Julia (construida en una primera ocasión en el año 46 a.C. y reconstruida finalmente en el año 12 tras un incendio). La Basílica Julia era una construcción enorme (109 x 48 metros) destinada a alojar los tribunales civiles. De menores dimensiones, aunque importantes, era la Basílica Paulli (70 x 29 metros) que estaba rodeada de tiendas y delante de la cual se levantó el Pórtico de Gayo y Lucio, una construcción de dos pisos que daba acceso a locales comerciales.
Superposición del plano del Foro romano antiguo sobre la ortofoto actual de google earth.
El Foro fue transformándose paulatinamente conforme la República romana iba ampliando sus territorios y obteniendo botines de conquista. Los generales victoriosos que se incorporaban a la vida política promovieron costosos proyectos para rememorar sus gestas. Hasta el siglo I a.C. el Foro tuvo una disposición bastante estable. Entonces Julio César ordenó su transformación debido a la congestión que sufría. Los trabajos consistieron en la remodelación del antiguo Foro y en la construcción de uno nuevo contiguo. Para ello se demolió el Comitium y se construyeron los nuevos Rostra y la Curia Julia. César convirtió el foro en un monumento a su personalidad y desde entonces, todos los emperadores, desde Augusto a Constantino, fueron incorporando contenidos para su mayor gloria personal. La construcción del Foro de Julio César obligaría a la demolición de la Basílica Porcia y de la Curia Hostilia (afectadas por el incendio del año 52 a.C.). Esta sería sustituida por la Curia Julia, que se construyó a su lado (y que acabaría convertida en la iglesia de San Adriano, hoy desacralizada, mientras que el “solar vacante” de la Curia Hostilia sería ocupado por la Iglesia de San Lucas y Santa Martina)
En el año 29 a.C. se construyó el Templo del Divino Julio César en el extremo opuesto a los Rostra, creando un eje longitudinal que comenzaría a dar una nueva forma al foro. El antiguo Foro continuaría recibiendo edificaciones incrustadas en los espacios libres disponibles como el Templo de los Divinos Vespasiano y Tito (entre los templos de Saturno y la Concordia en el año 80), el Templo de la Divina Faustina (frente a la Regia) o el Arco de Septimio Severo que se levantó sobre la via Sacra en el 203.
En el año 283, el Foro sufrió un grave incendio, que llevó a una remodelación promovida por el emperador Diocleciano. La reconstrucción de la Basílica Julia y la construcción de unos nuevos Rostra en la parte oriental o la sucesión de las siete grandes columnas honoríficas redefinieron los límites del antiguo Foro. La Columna de Focas sería la última incorporación al Foro antiguo.
Maqueta de los Foros Imperiales.
Foro de Julio César.
Julio César fue el inductor de la transformación del Foro original como un espacio de representación del poder, cuestión que quedó clara en la ampliación que promovió. Su actuación contaba con una doble intención. El objetivo declarado era la necesidad de ampliar el espacio para los negocios, ya que el Foro antiguo estaba al límite de su capacidad. Pero había otro propósito oculto, el deseo de Julio César de exhibir su autoridad de forma permanente, incluso cuando él se encontrara ausente de la capital imperial. Por eso, remodeló el Foro antiguo pero, sobre todo, ordenó una ampliación que se realizó por el oeste, al pie de la colina del Capitolio. El nuevo espacio sería conocido como el Foro de Julio César y fue concluido en el año 46 a.C.
Se formalizó como un espacio rectangular con unas dimensiones aproximadas de 124 metros de longitud por 45 metros de anchura. El final del foro (en su lado corto) se construyó un pequeño templo dedicado a Venus Genetrix que era considerada una “antepasada” de la familia Julia. Su posición dominante sobre el foro, era magnificada por el  planteamiento de dos grandes pórticos de doble crujía (de unos 16 metros de anchura) que eran simétricos y definían los laterales mayores de la plaza. El primer intercolumnio actuaba como espacio de paso mientras que en el segundo se ubicaban los “locales comerciales” (las tabernae).  Una estatua ecuestre de Julio César presidiendo el espacio, evidenciaba las intenciones del mandatario.
Foro de Augusto.
Octavio Augusto había prometido erigir un templo en honor a Marte si ganaba la batalla con la que deseaba vengar la muerte de su padre adoptivo, Julio César. Su victoria puso en marcha el proyecto adquiriendo para ello terrenos junto al Foro. Pero la operación fue más allá de la construcción del edificio y acabó creando un gran espacio público con un programa de usos más amplio.
El nuevo foro fue terminado hacia el año 2 a.C. Era un gran espacio rectangular de unos 125 metros por 90, cuya directriz era perpendicular a la del precedente Foro de Julio César. El espacio se delimitó con unos muros muy elevados (de hasta 30 metros) que pretendían ejercer de cortafuegos en caso necesario, ya que contiguo se encontraba el humilde barrio de Subura en el que los incendios eran habituales. Por otra parte, los altos muros también escondían la pobreza y miseria de ese barrio que perjudicaba al lujo y a la magnificencia del espacio imperial. Delante de esos muros se erigía una columnata que los acompañaba hasta el fondo, desde donde el Templo de Marte presidía todo el espacio. A ambos lados del templo se construyeron dos salas semicirculares (las exedrae) que excedían la planta rectangular y reunían una muestra de estatuas conmemorativas.
Superposición del plano de los Foros imperiales sobre la ortofoto actual de google earth (excepto el Foro de la Paz)
Foro del Paz (Templo de la Paz).
El Foro de la Paz fue diferente al resto. Construido por Vespasiano e inaugurado el año 75, en ocasiones no se le considera un verdadero foro refiriéndose a él como Templo de la Paz. En aquel lugar existía un mercado (marcellum) que había sufrido un incendio en el año 64.
El recinto es un rectángulo de unos 135 por 100 metros, circunvalado a lo largo de tres lados por pórticos de columnas que preparaban el acceso al gran templo que dominaba el lugar. Parece que el espacio central no estaba pavimentado apareciendo como un lugar ajardinado en el que se ubicaban estatuas. Al final de los pórticos se abrían varias salas, una de las cuales albergaba el impresionante mapa de mármol que cartografiaba la Roma antigua, el conocido como Forma Urbis Romae que había sido realizado en tiempos del emperador Septimio Severo, entre los años 203 y 211 (la pared que lo sostenía es hoy parte de la fachada de la basílica de San Cosme y San Damián). Este Foro dio cobijo también a una biblioteca pública.
Foro de Nerva.
Entre los foros de Julio César, de Augusto y de La Paz se construyó el Foro de Nerva. Su ubicación era peculiar, tanto por la falta de espacio (de hecho es un Foro muy alargado y estrecho) como por asentarse sobre el inicio de una vía importante en la antigua Roma, el Argileto (Argiletum), que unía el Foro con el popular barrio de la Subura que se encaramaba por las laderas de las colinas del Quirinal y del Viminal (y que seguía aproximadamente el trazado de la Cloaca Máxima). El Foro no eliminó la calle sino que la transformó y se convirtió en un “vestíbulo” monumental para el resto de los foros. Por la circunstancia de servir de paso, se le denominó también Forum Transitorium. Por el sur contaba con un acceso al Foro Romano; por el norte, habilitaba un acceso monumental al modesto barrio de Subura, la Porticus absidiata; y por los laterales, se abrían dos entradas a cada uno de los foros contiguos (de Julio César, de Augusto y de La Paz).
Su promotor fue el emperador Domiciano, el último de la dinastía Flavia, que gobernó desde el año 81 al 96. Domiciano comenzó el nuevo foro en el año 85, pero sería su sucesor, el emperador Nerva  (primero de la dinastía Antonina) quien lo finalizaría e inauguraría en el año 97.
Como los anteriores foros, el espacio, cuyas dimensiones aproximadas eran 117 x 39 metros, se delimitó por medio de unos grandes muros que protegían el interior de eventuales incendios exteriores. Estos muros estaban forrados de mármol por su cara interior y los lados largos contaban con una columnata previa (de las que solamente se conservan dos). El Foro estaba presidido desde su extremo septentrional por un templo dedicado a la diosa Minerva, tras el cual se encontraba la mencionada Porticus absidiata.
Recreación del Foro de Trajano.
Foro de Trajano.
El último de los foros debió ser el más impresionante de todos, tanto por su dimensión (tenía una superficie del doble que los anteriores) como por la magnificencia de sus construcciones. Es quizás la obra magistral del diseño cívico romano, tanto por sus cualidades arquitectónicas (consolidando la axialidad y la simetría como recursos característicos) como por sus alardes ingenieriles (las obras y los movimientos de tierras fueron muy complejos). El Foro se ubicó sobre el lugar que ocupaba el promontorio que unía el Capitolio con el Quirinal. La intención de que el Foro estuviera al mismo nivel de cota que el resto exigía la desaparición de esa “colina” intermedia e implicó un trabajo colosal.
El arquitecto que proyectó el foro fue Apolodoro de Damasco. El espacio ofrecía varias plazas, una grandiosa junto al Foro de Augusto y otra, mucho menor, que se dividía en varios patios y columnatas para conectar con el Campo de Marte. La plaza principal (de 115 x 100 metros) contaba con unos propileos como acceso monumental, una doble columnata lateral y dos grandes exedras. También destacaban varias edificaciones como la Basílica Ulpia, el Templo de Trajano o las dos bibliotecas. El gran hito lo constituía la fabulosa Columna Trajana, de 38 metros de altura, que todavía se mantiene en pie en su sitio. Una de las exedras de la plaza, que se excavó en las laderas del Quirinal, forzó la forma del Mercado de Trajano. Este espacio complementario al Foro y aceptablemente conservado en la actualidad, es una de las primeras muestras de “centro comercial”.
Foto aérea del conjunto de los Foros de Roma.

La historia tras la caída del Imperio Romano no fue indulgente con la ciudad, que vio como sus colinas  y espacios principales, incluidos los Foros, fueron abandonados, porque la Roma medieval se desarrolló sobre el Campo de Marte, al otro lado de la colina capitolina. Los monumentales Foros sirvieron de cantera para las nuevas construcciones. Poco a poco serían expoliados y convertidos en ruinas y, aunque durante el Renacimiento recibieron cierta atención, nunca recuperarían ni su función ni su esplendor. Quedaron como un patrimonio arqueológico no siempre bien entendido y expuesto a sufrir agresiones y mutilaciones. Por ejemplo, el Templo de Minerva del Foro de Nerva, que había llegado bien conservado al siglo XVII, fue desmontado en 1606 por orden del Papa Pablo VI para construir la fuente dell'Acqua Paola en el Gianicolo y la Capilla Borghese en Santa Maria Maggiore. Otro ejemplo más reciente lo encontramos en los urbanistas del régimen de Mussolini, que trazaron en 1932 la Via dei Fori Imperiali, arrasando con buena parte de los Foros Imperiales.

Ágora versus Foro, espacio ciudadano frente a espacio del poder.
La existencia de un espacio común y compartido es consustancial a los asentamientos humanos. De ahí se deriva la morfología de plaza, inseparable del hecho urbano y que debe entenderse como un espacio abierto, de carácter público e identificable con la noción de “estancia”. A la plaza concurren los ciudadanos para realizar en ella actividades muy variadas.
Grecia y Roma se encuentran en la base de nuestra cultura occidental, aportando cada una sus visiones particulares del mundo, y aunque son civilizaciones complejas, su época clásica muestra con claridad las diferencias entre ambas. En este sentido, los principales espacios públicos de sus capitales, el ágora en el caso de Atenas y los foros en el de Roma, aunque tuvieron orígenes funcionales similares (primero necrópolis y posteriormente vinculados al comercio) han acabado representando dos concepciones diferentes, que las han convertido en arquetipos.
Desde una óptica simbólica, pueden identificarse dos visiones diferentes acerca de la configuración de esos lugares que denominamos plazas.
Recreación del ágora ateniense y estado actual de la zona.
La primera, expresa la formación del espacio a partir de la voluntad del colectivo, como producto del requerimiento de un lugar de encuentro y relación para múltiples actividades cívicas (comerciales, políticas, festivas, etc.). En muchos de estos casos, las plazas se generaron a partir de la reserva de suelo consensuada, ocupando una posición relativamente central y pudiendo estar acompañadas de edificios de la comunidad (un ayuntamiento por ejemplo). La democracia griega tuvo en su plaza pública el soporte para las instituciones que garantizaban la participación de los ciudadanos en las decisiones políticas, por eso el Ágora ateniense expresa la fuerza ciudadana, ofreciendo un modelo participativo (relativamente) que fomentaba la interacción entre personas activas y cuya formalización física no era lo más relevante
Recreación del foro romano y estado actual de la zona.
La segunda óptica, entiende la formación de ese espacio como una dotación ofrecida por el líder del grupo (político, religioso, etc.) a sus subordinados. Las plazas que seguían esta línea, solían vincularse a la existencia de grandes edificios que recordaban la presencia del poder y la autoridad. Los Foros de Roma acabaron convirtiéndose en el espacio ceremonial en el que el poder expresaba su dominio y por eso los Foros representan el espacio del poder (de un Estado o de un gobernante). Se forjó un modelo que pretendía espectadores pasivos ante los rituales del poder y cuya configuración material era fundamental para asegurar el espectáculo.
El profesor Juan Carlos Pérgolis apunta otras diferencias, puesto que “Es común establecer un paralelo entre el conjunto ágora-stoa de las ciudades griegas y los foros de las ciudades romanas: ambos constituyen los puntos de mayor significación cívica del asentamiento y se estructuran en relación con edificios singulares y espacios abiertos de uso público. Sin embargo, la mayor complejidad de la sociedad romana se traduce en una mayor articulación del espacio urbano y si el ágora nos refiere la identidad de plaza, el sistema de foros –especialmente los de Roma- expresan el significado mucho más complejo de centro de la ciudad, en el que se integran numerosas plazas y espacios abiertos con edificios monumentales. El ágora griega establece una tipología formal, el foro romano concreta el simbolismo de la plaza como punto central en los significados de una arquitectura y una sociedad esencialmente urbanas. Mientras el ágora griega contribuía a dar al ciudadano conciencia de sí mismo, el foro de los romanos daba conciencia de sí mismo al Estado.” (PÉRGOLIS VALSECCHI, Juan Carlos. La plaza: el centro de la ciudad. Ed. Stoa Libris, Bogotá, 2002. pág. 22)


Hoy, ambos nos observan desde su ruina, y difícilmente logran transmitir lo que fueron en sus momentos de esplendor. Afortunadamente, las investigaciones arqueológicas y los numerosos escritos que los describieron, han posibilitado la realización de reconstrucciones virtuales que nos permiten intuir lo que llegaron a ser. 

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