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Berlín ha sido una de las ciudades que más se ha
transformado gracias al fenómeno de la gentrificación.
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El Urbanismo
suele tener dificultades con su vocabulario. Son pocas las palabras propias, y
en consecuencia, la utilización de términos procedentes de otras disciplinas,
la invención de neologismos o la importación desde otros idiomas, complica la
comunicación.
Dos de esas
palabras, relativamente nuevas en el “diccionario urbano”, son gentrificación y tugurización. Ambas responden a un mismo fenómeno que se está
produciendo en las ciudades actuales, que observan, en alguna de sus partes, la sustitución de un tejido social por otro.
Pero esos dos
términos adoptan sentidos opuestos. La gentrificación expresa un cambio de menos a más (en términos socioeconómicos)
y supone, por lo general, el éxodo
de los grupos vulnerables que residían en un barrio determinado y su reemplazo
por un segmento social económicamente superior. Por el contrario, la tugurización
expresa el proceso inverso, y supone ir de más
a menos (también económicamente hablando). Esto implica la desaparición de
los grupos preexistentes (clases medias y altas, por lo general), que abandonan
su espacio, para pasar a ser ocupado por clases sociales pobres e incluso
marginales.
Las dos
transformaciones implican importantes consecuencias urbanas.